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El Síndrome del Impostor

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O cómo te han enseñado que tener orgullo es algo no deseable

El síndrome del impostor no es un trastorno mental, no aparece en ningún manual diagnóstico, ni es una enfermedad. Es un conjunto de fenómenos que componen una determinada situación, en este caso, es la sensación de estar en lugar, de realizar tareas o de obtener elogios que, según tu criterio, no te mereces.

Pensar que uno es un fraude, que se va a equivocar en algo y todos descubrirán el pastel (lo que conlleva ansiedad y mucha vergüenza ante los errores que todos alguna vez cometemos), que lo que has conseguido es más por suerte que por mérito propio… son pensamientos típicos del síndrome del impostor.

Cómo puede afectar

Esto puede afectar tanto a nivel laboral como a un nivel más personal. En el ámbito laboral puedes llegar a obsesionarte y a llegar a ser muy perfeccionista para evitar que te desenmascaren. Además, puede que como creas que no mereces estar ahí te comportes con más sumisión y no consigas imponer tus límites.

A nivel más personal, tanto la comparación excesiva con los integrantes de tu entorno (sin sentimientos de envidia o celos, más bien de inferioridad e inseguridad) como una insatisfacción constante al no creerse nunca merecedor de lo que consigue. Esto último puede acarrear problemas en las relaciones románticas al considerar que no estás a la altura de las expectativas que crees que tiene tu pareja sobre ti. Cambios de pareja y aislamiento social son las principales consecuencias en este caso.

No tiene por qué ser algo general. Del mismo modo que puede pasarte exclusivamente en el trabajo también puede ocurrir en distintos aspectos. Puede que creas que no eres un buen empleado, un buen jefe, una buena persona, una buena pareja, un buen amigo, un buen hijo, una buena madre, un buen padre, una buena mujer, un buen hombre…

Causas

Puede que pienses que tiene bastante relación con la autoestima. Tiene lógica. A menor autoestima, más sentimiento de inferioridad e inseguridad, como en el síndrome del impostor. Pero no tiene relación, al menos no así.

Sí que es cierto que una autoestima poco sana es un factor de riesgo y que una autoestima sana es un factor de prevención, pero de ahí no pasa. No es desencadenante una de otra.

Las principales causas del síndrome del impostor son:

  • Estereotipos sexuales: Hoy en día aún hay muchas mujeres que sienten que tienen que esforzarse mucho más para conseguir lo mismo que consigue un hombre con menos esfuerzo. La sociedad sigue suspendiendo esta asignatura, ya que los mensajes de «éxito» y «fracaso» que manda la sociedad son distintos según el género, la presión de compaginar la vida familiar con la laboral, la diferencia de salario…
  • Ambiente familiar: Los padres perfeccionistas y exigentes (aquellos que siempre tienen el «pero» en la boca), las comparaciones constantes con hermanos/primos/compañeros más «dotados» o aquella sensación de ser la «oveja negra» de la familia puede hacer que se internalice el sentimiento de no ser suficiente o de no encajar en ningún lado.
  • Nuevos retos: Cuando no has tenido muchos retos o los has solventado todos con facilidad, cuesta hacer frente a nuevos retos (en especial aquellos más difíciles) por el miedo a perder parte de su propia identidad. En este caso, pensamientos de no merecer esa promoción en el trabajo es una especie de defensa ante una amenaza en concreto.
  • Ansiedad altamente funcional: Los rasgos de perfeccionismo y exigencia en uno mismo, propios de este tipo de ansiedad (puedes leer qué es aquí) pueden llevar a ponerte objetivos o requisitos prácticamente inalcanzables.

Todas las causas tienen algo en común: el orgullo.

Sentir orgullo vs. Persona orgullosa

Si vamos a buscar la definición veremos rápido dónde está el problema. Según la RAE (Real Academia Española) el orgullo tiene varias acepciones. Una de ellas:

Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida.

¡Ostras, si es justo de lo que estamos hablando!

Es decir, que el síndrome del impostor no es falta de autoestima. Es falta de orgullo. Pero, en la segunda acepción encontramos…

Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad.

Ya estamos, ya hemos conseguido confundir al personal y que nadie quiera sentir orgullo. No es deseable. No quiero ser arrogante. De modo que rechazamos sentirnos orgullosos.

Es importante diferenciar entre sentir orgullo y ser un engreído.

Dejar de sentirse un impostor

Como el objetivo es empezar a sentir orgullo, empieza por buscar tus propias fortalezas. Es posible que necesites ayuda de un profesional porque normalmente es una situación que se arrastra durante años o incluso décadas.

Uno de los principales objetivos es empezar a dejar de depender de las opiniones ajenas y buscar ese «refuerzo positivo» en uno mismo. Para evitar pasarse de orgullo, hay que buscar formas objetivas de valorar tus capacidades y aptitudes, para que no puedas ni menospreciarte ni sobrevalorarte (es curioso como una palabra viene de «precio» y la otra de «valor»). Del mismo modo, aprender a aceptar las propias limitaciones (que no significa que no se quiera mejorar) así como aprender a aceptar cumplidos (es decir, sentirte identificado con ellos) es otro punto clave.

A grandes rasgos:

  • Celebra tus logros, incluso aquellos que no creas que lo sean pero tu entorno sí.
  • Haz una lista de tus propias fortalezas.
  • Habla sobre el tema con tu entorno.
  • Acepta que el perfeccionismo es imposible.
  • Que tus pensamientos o tu percepción, no son hechos.
  • Aprende a dudar de tus dudas.
  • Si te pones objetivos, póntelos específicos, medibles y alcanzables.
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